Columna: Descentralizar la democracia

Por Redacción Sep 16, 2021

Por Cristina Dorador Ortiz – Constituyente Distrito 3 y Carolina Vilches Fuenzalida – Constituyente Distrito 6

Hemos llegado a la Convención Constituyente con el mandato claro de escribir una Nueva Constitución, a través de un espacio deliberativo, diverso y democratizador, que es el reflejo de los anhelos de la gran mayoría de las chilenas y chilenos.

La descentralización del país es un requerimiento sentido de norte a sur, son miles quienes se manifiestan a favor de cambiar el modelo político que concentra la toma de decisiones en unas pocas voces y donde la diversidad de los territorios está ausente. Hasta ahora.

Esta nueva forma de entender el país, de replantearse el rol ciudadano de cada uno de nosotros, amerita abrir la participación, creando mayores y más directas formas de incidencia en la toma de decisiones políticas.

Un avance en este sentido es que el reglamento de la Convención Constituyente permita a través de un plebiscito intermedio, dirimir aquellas materias que no obtengan el quórum para su aprobación, pero que hayan alcanzado al menos el apoyo de 93 convencionales.

Los movimientos sociales, las organizaciones, las comunidades, esperan que estemos a la altura del desafío democrático de escribir una Constitución inclusiva y con equidad, que dé cuenta de la vocación democrática de los pueblos de Chile, quienes se han movilizado activamente en las últimas elecciones tras el estallido social.

El plebiscito intermedio, es un mecanismo que entrega la última palabra a las personas, dando paso a mecanismos de democracia directa, descentralizando el poder, abarcando todos los rincones del país, donde todas y todos seremos constituyentes.

En esta línea, consideramos primordial la construcción de la nueva normativa mediante la soberanía de las comunidades, la nueva lógica de legitimar otras y nuevas voces que provengan desde el lugar más recóndito hasta la ciudad más transitada, y este proceso y su resultado dependerá, también, de la construcción colectiva organizada. Considerando que la participación es una herramienta -democrática- con que cuentan los territorios para hacer escuchar su voz; también (y de acuerdo a cómo se utilice) es un mecanismo mediante el cual se puede lograr autonomía, en la toma de decisiones, y promover el fortalecimiento del buen vivir mediante el vínculo con el medio y su entorno, a saber, de la territorialidad.

La diversidad geográfica y los territorios representan el colectivo y esta construcción identitaria que, pone foco en las similitudes más que en las diferencias, permite consensuar acuerdos sobre determinadas prácticas que hablan y reflejan nuestra diversidad y multiculturalidad.

La importancia de pensar una democracia descentralizada, implica el consenso, y reconocer lo diverso y único de los colectivos y quienes lo componen. Pensar la descentralización en código de identidad permite el reconocimiento de la multiplicidad de modos de ser y de vinculación que convergen de los territorios, promoviendo el respeto y la tolerancia, consolidando a su vez, la democracia plurinacional.

Entonces, la descentralización es necesaria para la democracia efectiva, ya que esta requiere que las comunidades planteen sus problemáticas desde una mirada de las políticas públicas, en busca del bien común, reconociendo su medio y entorno, y generando instancias de vinculación comunitaria para que sean efectivas.

Cuando decimos que “es un piso y no un techo” también estamos haciendo alusión al reconocimiento de material previo, producciones que anteceden este proceso, en materia de derechos humanos universales, derechos de resguardo y protección del medio ambiente y la naturaleza, el cambio climático, descentralización, cultura, entre tantos, ese es el plan que eso sea nuestro piso (como mínimo), pero nunca nuestro techo.

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