Por Diana P. Moreno
Nuestra región y país están marcados por grandes luchas trabajadoras y obreras, las cuales se han teñido de sangre, a través de matanzas violentas que han ejercido los grupos de poder en contra de los trabajadores/as, por el solo hecho de solicitar mejoras en las condiciones laborales para poder dar dignidad humana a ellos y sus familias.
La candidatura de Lester Calderón a Gobernador por la región de Antofagasta, justamente representa esto: Llevar a un puesto de poder a los trabajadores/as, y de este modo, poder visibilizar, fiscalizar y denunciar, las mezquindades, atropellos y avaricias de la clase más privilegiada, política y del Estado hacia el movimiento trabajador.
Chile enfrentó un estallido social el 18 de octubre de 2019, donde todos los ciudadanos salimos a las calles para mostrar el descontento, la rabia y desazón que teníamos, levantando banderas de lucha por nuestras demandas y derechos; los que habían sido atropellados durante muchos años por la clase política y más favorecida de este país.
No sólo fueron los partidos de derecha, también los partidos de izquierda, quienes se encargaron de pisotearnos y menoscabarnos día a día durante extensos años, refrendado con frases tan violentas y provocadoras como “levántense más temprano…”, “compren flores…”, o “esto no prendió cabros…”, entre diversas expresiones, a través de la historia, que terminaron por colmar la paciencia, destruir la dignidad humana y enrostrarnos lo “estúpidos” que ellos creen que somos.
Lester Calderón representa un cambio en la política comunal, regional y nacional. El impacto de que su candidatura se concrete, hará temblar a la clase política y privilegiada transversalmente en Chile, porque un trabajador alcanzará un cargo de poder, donde podrá controlar, fiscalizar y denunciar las fechorías y trampas que están acostumbrados a realizar y que nadie se atreve a mostrar.
Si los trabajadores nos unimos a esta candidatura, todos llegaremos al cargo de Gobernador, con el fin de fiscalizar y denunciar a esta clase política decadente y sin principios éticos y morales, que solo buscan su bienestar personal y familiar, y no el bien común y la dignidad humana que hay detrás de cada trabajador y trabajadora.