Columna: Crónica del debate entre académicos, ciudadanos y un gerente portuario por una ciudad sin cáncer

Por Redacción Jun 30, 2018
Foto: www.soychile.cl

Por Martín Arias-Loyola PhD., Director ORDHUM, UCN.

Los últimos meses han sido duros para el puerto de Antofagasta, empresa parte de SAAM (multinacional de origen chileno) y perteneciente al grupo Luksic. En abril de este año, un estudio de siete doctores, médicos y científicos naturales de la Universidad de Antofagasta publicado en una revista científica internacional de renombre plantea, de manera rigurosa y categórica, que los metales pesados encontrados en el centro de Antofagasta provienen, principalmente, del puerto (Tapia et al. 2018)[1]. Además, el estudio encuentra que las concentraciones de arsénico, cobre y zinc con las más altas del mundo, superando ciudades altamente contaminadas, como las infames zonas industriales chinas[2]. El estudio alerta lo peor:  tal contaminación afecta fundamentalmente a los niños, quienes podrían sufrir “riesgos para la salud elevados” si están expuestos al polvo tóxico por más de dos años.

A su vez, una columna es publicada el 22 de junio en el medio nacional “The Clinic”, conlleva el título de “Vivir en medio del Chernóbil chileno”[3]. En esa columna, Rodrigo Ramos Bañados, premio alemán de periodismo y desarrollo, describe la despiadada muerte por cáncer que desde el 2000 ha cobrado por lo menos 13 vidas en el condominio conocido como “Colectivos Chernóbil” ubicados frente al puerto de Antofagasta. La columna recoge testimonios devastadores de varios vecinos, así como la desilusión ante la poca defensa de las autoridades y dirigentes, que habrían sucumbido o sido coaccionados por el leviatán que es una empresa bajo el alero del grupo Luksic.

Asimismo, una segunda investigación científica, ahora desde las ciencias sociales, es publicada en CIPER el 18 de junio bajo el título “Puerto de Antofagasta: Un dispositivo urbano que intoxica”[4], donde los autores recopilan diversas investigaciones y reportes para realizar una síntesis sobre el impacto del puerto en la calidad de vida de los habitantes de la ciudad. Así, el Doctor Francisco Vergara plantea que, en la ciudad capital de una de las regiones claves para la economía del país, la tasa de muerte por cáncer (29,4% del total de fallecimientos) no sólo es la mayor en Chile, sino que también supera la tasa de Chernóbil, donde fallece sólo el 20% de la población por tal razón[5]. En esta columna, el Doctor Vergara se pregunta ¿Qué tanta vida debe sacrificar la ciudadanía en favor de los intereses del capital multinacional? La respuesta no tardaría en llegar.

El día 22 de junio, el recientemente designado[6] gerente general del puerto Antofagasta Terminal Internacional (ATI), Enrique Arteaga, escribió una réplica[7] a la columna “Vivir en medio del Chernóbil chileno”, donde señala que el artículo “ignora los históricos pasivos ambientales con que carga la ciudad”. Además, plantea que “cuando ATI asumió la concesión [el año 2003] comenzó un intenso trabajo para elevar los estándares de operación, que hace que hoy el terminal opere con tecnología de vanguardia y al nivel de puertos internacionales”. Curiosamente, reconoce las onerosas multas que tuvo que pagar ATI el 2016, pero no menciona que fueron por un total de $837 millones pesos debido a cuatro infracciones graves y el incumplimiento de una medida provisional[8]. También olvida reconocer que, según el fallo del Tribunal Ambiental[9]:

“Las infracciones configuradas y calificadas como graves por la [Superintendencia de Medioambiente] SMA (en un segundo procedimiento sancionatorio llevado contra la empresa) están relacionadas con la emisión de polvo fugitivo desde el galpón TEGM; la no existencia de sitios fijos que segreguen concentrados de cobre, zinc y plomo en el galpón TEGM; la generación de polvo fugitivo desde su bodega de carguío hacia la atmósfera, durante la maniobra de carga de un buque con concentrado de zinc; que el interior del galpón de concentrados SAC no se encuentra sellado herméticamente, producto de la existencia de fisuras o aberturas en los portones de ingreso; y la no realización de la medición de eficiencia del sistema de filtros en la oportunidad y conforme a las condiciones requeridas”.

El señor gerente menciona que tales infracciones graves fueron “corregidas hace más de tres años en planes de cumplimiento validados por la autoridad”, pero no presenta ninguna evidencia al respecto. Además, procede a mencionar que “no hay evidencia que permita relacionar la operación actual del puerto con la salud de las personas” y que en la columna se cita un estudio que no considera todas las variables ambientales.

No contento con eso, el señor gerente envía también una extensa réplica a la investigación publicada en CIPER[10], donde plantea que “la opinión de [los científicos] tiene una serie de errores (…) y omisiones que dan lugar a un análisis sesgado de la situación medioambiental de Antofagasta, responsabilizando erróneamente de ella al Puerto. Este diagnóstico es equivocado y hace juicios sin respaldo técnico, estigmatizando injustificadamente a la actividad portuaria tan necesaria para el desarrollo de Antofagasta”. En el párrafo siguiente, el señor gerente va más allá, escribiendo que “No hay evidencia que permita relacionar la presencia de material particulado sedimentado en la ciudad ni con la operación del Puerto ni con efectos para la salud de las personas”.

El resto de su réplica consiste en profundizar en estas aseveraciones, ninguneando dos trabajos científicos realizados por un total de nueve expertos internacionales en las ciencias naturales y sociales, basadas en evidencia primaria y segundaria; mientras la defensa corporativa del señor gerente utiliza como fuentes artículos de periódicos nacionales y presentaciones Power Point de gobiernos anteriores, todo lo cual resume estudios sin citar la fuente original. El señor gerente termina su réplica resaltando el aporte económico del puerto a la ciudad, citando utilidades y las 471 plazas de trabajo que aporta. Tales críticas al trabajo científico son dichas con bastante propiedad, a pesar de que el señor gerente no cuenta con estudios de postgrado, publicaciones científicas nacionales ni internacionales, remitiendo su experiencia principalmente a la gerencia tanto en Chile como en el extranjero[11].

Ante la réplica del señor gerente del puerto, todos los investigadores[12] responden deconstruyendo su defensa corporativa párrafo a párrafo, repitiendo otra vez los argumentos científicos y empíricos inicialmente expuestos con una paciencia pedagógica admirable; resaltando, además, “la falta absoluta de comprensión de lectura (…) y carencia de base científica”[13] en las críticas hechas por el gerente. Leer las respuestas de estos académicos, científicos y médicos es un acto refrescante de democracia, puesto que no se dejan amedrentar por una de las empresas más poderosas de la región, ni por la sombra que proyecta uno de sus dueños, el “ser humano igual que todos nosotros, pero poderoso”, llamado Andrónico Luksic[14].

Así, este debate podría simplificarse entre el choque de dos derechos: el derecho a lucrar en una empresa privada cumpliendo (a veces) las normas establecidas por la ley; y el derecho a la ciudad justa, democrática, inclusiva, sustentable y (sobre todo) libre de contaminación. Por tanto, existe una contradicción en la lista de derechos de la sociedad chilena capitalista; donde la historia ha demostrado que “entre [el choque de] derechos iguales, la fuerza decide” (Karl Marx). Esto a veces implica el uso de la violencia, y otras el de la movilización del poder a través de organizaciones políticas, tanto desde las empresas amenazando con “irse” y coaccionando políticos y dirigentes sociales; como por parte de los ciudadanos, a través de protestas, denuncias y organización civil (Harvey, 2003)[15].

Lo anterior plantea la pregunta ¿cómo se construye una sociedad urbana realmente justa para todos? Ante lo cual, en el Chile dominado por los poderosos, estamos acostumbrados a escuchar que “lo justo es lo que la clase dominante quiere que sea”. Sin embargo, el debate aquí resumido plantea una segunda alternativa, una voz incómoda que desafía al “como se hacen las cosas” en nuestro país y región. Ante un elemento urbano que produce muerte a niños, jóvenes y ancianos en la ciudad para alimentar un voraz crecimiento económico, la sociedad Antofagastina lentamente se ha escandalizado al darse cuenta de su situación de “zona de sacrificio” en lugar de “perla del norte”. Primero, a través de la organización “Este Polvo te Mata” y ahora con sus científicos quienes también han alzado la voz, las probetas y los lápices.

Este conflicto urbano se repite en la historia de cada ciudad del mundo, donde la calma es la excepción y no la regla, sobre todo cuando se lucha por la supervivencia como el caso de Antofagasta. Así, nos encontramos ante una oportunidad única de discutir nuestra ciudad, espacio que nosotros creamos y donde estamos condenados a vivir. El derecho de rehacer nuestra ciudad es también una posibilidad de rehacernos nosotros mismos, creando un espacio urbano que refleje aquello que, como sociedad, aspiramos a obtener. El derecho a una ciudad sin un puerto contaminante es, por tanto, la posibilidad de reclamar simultáneamente los derechos más preciados: a la vida, a la seguridad, al bienestar y la salud; fundamentales para recuperar nuestra dignidad y humanidad. ¿Qué tanta vida debe sacrificar la ciudadanía en favor de los intereses del capital multinacional? Preguntaba el Doctor Francisco. La respuesta debiera ser: ninguna. El debate aquí descrito da esperanzas para creer que el tiempo de callar ante las jinetas terminó. De continuar este ejemplo, si vencemos el miedo, podríamos conformar una mejor sociedad donde el ágora se reabre, la ciudadanía se recupera, la ciudad se nos devuelve.

[1] https://peerj.com/articles/4699/

[2] http://www.economiaynegocios.cl/noticias/noticias.asp?id=471560

[3] http://www.theclinic.cl/2018/06/22/vivir-medio-del-chernobil-chileno/

[4] https://ciperchile.cl/2018/06/18/puerto-de-antofagasta-un-dispositivo-urbano-que-intoxica/

[5] https://allthingsnuclear.org/lgronlund/how-many-cancers-did-chernobyl-really-cause-updated

[6] https://www.mundomaritimo.cl/noticias/nuevo-gerente-general-en-ati-enrique-arteaga-asumira-el-cargo-el-22-de-mayo

[7] http://www.theclinic.cl/2018/06/22/carta-de-antofagasta-terminal-internacional-por-reportaje-vivir-en-medio-del-chernobil-chileno/

[8] https://www.tribunalambiental.cl/tribunal-ambiental-confirmo-multa-y-medida-de-limpieza-ordenada-a-antofagasta-terminal-internacional/

[9] https://www.tribunalambiental.cl/tribunal-ambiental-confirmo-multa-y-medida-de-limpieza-ordenada-a-antofagasta-terminal-internacional/

[10] https://ciperchile.cl/2018/06/25/replica-de-ati-a-puerto-de-antofagasta-un-dispositivo-urbano-que-intoxica-abre-debate/

[11] https://cl.linkedin.com/in/enrique-arteaga-correa/es

[12] https://ciperchile.cl/2018/06/25/replica-de-ati-a-puerto-de-antofagasta-un-dispositivo-urbano-que-intoxica-abre-debate/

[13] https://ciperchile.cl/2018/06/25/replica-de-ati-a-puerto-de-antofagasta-un-dispositivo-urbano-que-intoxica-abre-debate/

[14] http://www.soychile.cl/Santiago/Politica/2016/04/24/389197/Androniko-Luksic-Soy-un-ser-humano-como-todos-pero-poderoso.aspx

[15] https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/j.0309-1317.2003.00492.x

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