Columna: 18 de octubre o el grito de los indomables

¿Qué país tenemos en este 18 de octubre? ¿una realidad de tristes sombras? ¿un país en llanto? ¿un vacío de crisis severa? ¿un síntoma liberador basado en un axioma idealista? O ¿una conmemoración utilitaria? Quizás, ahora, nos damos cuenta, de frente, por esa vocación de lucha y cambio, que ya hemos recibido muchas patadas, entre tanta violencia y abusos, que solo vale gritar por “la libertad en esta tierra grande”, tal como dijera ese adelantado poeta José Domingo Gómez Rojas hace ya cien años.

Dicen, algunos, que no estamos solos porque la gente, el pueblo, los territorios, cuando se organizan, no obedecen a argumentos nimios. Pues bien, el campo autónomo de las acciones se ha convertido, en estos dos años, en una interrogante y una crítica al poder asumiendo la necesidad tácita y directa de que la reflexión se plantea con la movilización en las calles y el estudio autodidacta que salpica las mentes y nos llena de energía. Es, por lo tanto, dar cuenta del grito de los indomables sin excusa alguna. ¿Se ha puesto a pensar usted en lo que pasa en este territorio ante tantos ninguneos, abusos, presidios y muertes desde ese 18 de octubre de 2019? ¿Cómo entender las impotencias ante las instituciones si la opinión, en general, es un creciente malestar ante la asfixia de la vida política?

La historia se va escribiendo desde el propio día a día en cada un@ de nosotr@s. Si preservamos la condición humana, a riesgo de todo contraste que nos quieran decir, para hacernos cambiar o hacer creer que perdemos el tiempo, sabremos que la reconciliación no funciona ni se recupera, sino es con la lucha y la acogida fraterna allí donde está todo abierto y centelleante. “Los golpes enseñan a gente…”, escribió el poeta Parra; pero, en verdad, la vejación a nuestros cuerpos y almas, con distintos matices, naturalezas y dolores, nos advierten del coletazo de la jaula.

¿Los hijos e hijas de este país se encuentran tan atentos a todo? A lo mejor, todavía, seguimos dormidos corriendo alborozados por unas migajas; mientras, el poderoso, se llena a raudales con el esfuerzo de nuestros cuerpos visibles e invisibles. Porque esta sociedad del poder no quiere nada con la gente ni tampoco con el pueblo es que no libera a todos los presos políticos, a los presos del wallmapu y a los presos de la revuelta. Porque se incita al miedo, también, diciendo, poco menos, que el país se descalabra si usted no piensa como el otro. El fanatismo por las malas ideas ha llenado esa construcción dominante de que solo la libertad es el eslogan válido cuando en realidad estamos presos de las burocracias y de los poderes verticales. Así lo observamos en distintas instituciones, del país, a los inoperantes y a los que no son preparados porque se ha generalizado la desvalorización de las personas apelando a la consabida frase de que todo lo moderno o contemporáneo es bueno y saludable.

Por esa razón, cuando escucho las palabras de Gustavo Gatica, el estudiante universitario que fue dejado sin visión por un funcionario policial cuya institución solo nos asume como enemigos, entiendo su absoluta desesperanza con la situación de justicia. Y hay que creerle puesto que, de 2.500 querellas, o tal vez más, presentadas en diversos tribunales nacionales, hay solo tres formalizadas, pero ninguna tiene condena. Esto es peor que una mala broma o una pitanza que alguien nos hace para después rectificar. Nada más lejos de eso. Es como cuando dicen que en el aparato público hay que trabajar por el país; pero, solo vemos cómo muchos se llenan de la misma depredación y actúan abusivamente más allá de todo examen crítico y racional.

Pareciera, en este escepticismo del espíritu y de la razón, que el movimiento social y popular está en un cambio o bajo un parámetro de alguna autodeterminación. Por eso mismo existen ollas comunes, que alimentan bocas teniendo ángeles en su quehacer, apañes solidarios, a veces, con la sola mirada y aguante en las calles; o la disposición de cordones de pobladores que tienen propósitos de organización comunitaria. Por esa razón, también, sobrevienen las expresiones del arte popular levantando actos de resistencia y actos de reconocimiento como personas sociales y creativas. Hay nuevas formas, sin lugar a dudas, para dejar constancia del compromiso hacia las ideas libertarias contribuyendo a un mundo de país necesariamente organizado.

El “basta ya de abusos y de muertes” que los jóvenes gritan en las calles junto al llamado a no parar de manifestarse es una lección o un grito de esperanza tanto como una consigna. Que este 18 de octubre sea de crecimiento de la conciencia popular, de promoción de los saberes inéditos desde la organización de los barrios, villas, campamentos y ferias; de salir a las calles porque existe el derecho a protestar y a manifestarse y de exigir justicia para todas las víctimas de violaciones a los derechos humanos en un periodo de esta historia, la verdadera, que recién se comienza a escribir.

By Francisco Javier Villegas

Profesor de Castellano, Antofagasta.

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