Dagmara Wyskiel, directora del Festival de Arte Contemporáneo: «SACO es un acto de resistencia»

Por Redacción Ene5,2021

Contra todo pronóstico y después de algunas postergaciones, el Festival de Arte Contemporáneo SACO finalmente inauguró, a partir de noviembre, una serie de exposiciones tanto de forma presencial como virtual, además de realizar siete talleres y una serie de encuentros formativos, entre ellos, el programa de curadurías desde la marginalidad.

Una gesta difícil de realizar dado el contexto pandémico, pero que su directora, la artista visual Dagmara Wyskiel, toma como una responsabilidad y compromiso con la comunidad y el mundo artístico que se ha visto golpeado fuertemente por las medidas del Gobierno para controlar la epidemia y que ha mantenido clausurados la mayor parte de los espacios artísticos y culturales del país, con un Ministerio que ha demostrado debilidad e inoperancia ante esta compleja situación.

Parte de las decisiones de SACO nacen de estas circunstancias, como un “acto de resistencia” que Dagmara nos explica en esta entrevista.

SACO es hoy en día un reconocido ejemplo en latinoamérica de la resistencia del contacto directo entre las obras de arte, los artistas y el público. De decir un rotundo NO al encierre cultural. ¿De dónde viene esta determinación en hacer las exposiciones, talleres y residencias presenciales, incluso en tiempos de pandemia?

El derecho a la cultura es fundamental e irrenunciable. Es por eso que los que trabajamos desde diferentes áreas produciendo, gestando y materializando productos culturales de diferente índole, tenemos el deber con la comunidad de entregarle lo que nos comprometimos. Somos nosotros los que declaramos que esta necesidad es igual de importante que la alimentación, vivienda, salud o educación.

Tomando en consideración esa lógica y haciéndonos responsables de nuestras palabras, debemos trabajar y asegurar ese acceso cueste lo que cueste, no sólo en tiempos relativamente tranquilos, sino que con mayor energía en momentos de miedo e incertidumbre, que es cuando como personas más anhelamos el alimento intelectual y espiritual. Este proceso no siempre puede darse a través de los medios virtuales.

Es cierto que todo lo digital es un milagro de alguna manera, porque nos permite realizar un sinfín de trámites instantáneamente y sin tener que trasladarnos, pero sin duda no es una panacea para todo. Hay muchas cosas imposibles de transmitir por internet: relaciones, elementos de la vida emocional y creativa, sentidos. Hay experiencias interhumanas intransferibles a través de las herramientas virtuales y basándonos en eso, luchamos por mantener la experiencia vital, tangible y directa entre el público, el artista y la obra, porque es nuestra misión y deber, al igual como un panadero que debe entregar el pan o una enfermera cumpliendo sus labores en el hospital.

No nos engañemos. El mundo virtual no hace el acceso a la cultura más democrático y transversal, es una de las grandes mentiras que nos vendieron en tiempos de pandemia, las brechas reales han incrementado. Pensemos en quienes tienen el computador personal, a quienes se les ha instaurado el hábito navegar buscando arte, galerías, obras en la red, quiénes tienen una internet tan rápida como para visitar exposiciones virtuales. Imaginemos ahora a todos los que quedan fuera de este segmento. Siempre había un mundo de élite de artes, el encierro virtual incrementó su distanciamiento con el resto de la sociedad. Nosotros siempre hemos trabajado para la comunidad, frecuentemente, permitiendo el primer contacto con artes visuales, acompañado por nuestros mediadores.

No hay ninguna explicación para que la industria y el comercio se mantengan trabajando, mientras la cultura y la educación tengan que cerrar. Es una gran injusticia y una manipulación absoluta e inexplicable desde el gobierno que mantiene clausurados los museos, escuelas, teatros, cines, bibliotecas. Nosotros elegimos desobedecer y podemos hacerlo ya que somos autónomos, siempre cuidando la salud de los artistas y del público. Trabajamos buscando las salidas, las grietas que nos permiten realizar exposiciones, talleres presenciales, encuentros y residencias, cumpliendo con las reglas de cada fase y sus cambios, los toques de queda y todas las demás herramientas impuestas por el Estado y aplicadas de manera bastante arbitraria a lo largo del país. Frente a eso nos adaptamos, pues sabemos cuál es nuestro rol.

Estamos haciendo un acto de resistencia pero también de fidelidad y reciprocidad con nuestro querido público, el que nos demostró el año pasado, con 40 mil visitas presenciales, que quiere y valora el contacto directo con el arte. ¿Cómo después de ese gran gesto de cariño podríamos este año decirles quédate en casa!, prendan la pantalla, todo estará ahí!, cuando las personas igual salen al supermercado y al mall? Ninguna razón para que no salgan a disfrutar del arte.

¿Qué lograron materializar presencialmente durante los últimos meses y qué se puede visitar de forma virtual?

A veces, gestos utópicos y simbólicos pueden aportar algo a nuestra sociedad. Las exposiciones y museos se están cerrando, algunos de ellos para siempre, hay un gran apagón cultural no visto desde tiempos de dictadura en Chile, y lo más terrible, es que eso ocurre por la absoluta falta de comprensión de necesidades y compromiso de parte del Ministerio de Cultura y del Gobierno. Nos vamos a despertar en un Chile no sé qué tanto más pobre en términos económicos, pero sin duda muy empobrecido en espacios de cultura. Y eso es muy triste. Cuando nos dimos cuenta, cuando muchos espacios levantaban la bandera blanca a lo largo de Chile, decidimos hacer algo.

Nunca quisimos tener un espacio expositivo propio, porque consideramos como Corporación Cultural SACO que el espectro que abarcamos de nuestro quehacer es suficientemente amplio y siempre preferimos formar colaboraciones para fines expositivos, pero la continencia nos hizo abrir ISLA+, espacio callejero de videoarte que se inauguró para levantar un llamado de atención, un repentino grito de desesperación.

Este espacio está exhibiendo actualmente, con una pantalla que mira hacia el barrio y por lo tanto, con acceso al público de manera presencial, el cortometraje “La última isla del cielo” de André Salva y a partir de enero, la obra “Delusión” de Jordán Plaza, ambos, artistas locales, y pretendemos tener cada mes una nueva obra de similares características.

También de forma presencial están abiertas las exposiciones “Ahora o nunca” en Sitio Cero del Puerto de Antofagasta, con los siete site specific de los artistas internacionales ganadores de la convocatoria 2020; “El silencio es más fuerte que el ruido” de Pablo Saavedra Arévalo en Fundación Minera Escondida de San Pedro de Atacama; y la exposición colectiva “Ventanas” en el Centro Cultural Casa Azul, que además cuenta con mediaciones dramatizadas.

Todas estas exposiciones también están disponibles con recorridos virtuales en 360º en nuestra página web www.proyectosaco.cl, al igual que otras exhibiciones que sólo son accesibles en este formato: “Desterrada” de los artistas Simone Cortezão de Brasil y Jahir Jorquera de Chile; “El paisaje como dato” de la uruguaya Ana Agorio, “Tratado del ritmo, color y cantos de pájaros” del artista coreano Jaewook Lee y próximamente “¡Exijo una explicación!” de Acaymo S. Cuesta, de Islas Canarias.

¿Cómo se hace escuela sin escuela, en tiempos sin escuelas?

Todos los años tenemos una programación amplia, la que permite el acceso directo a las obras y a los artistas en varias comunas de la región de Antofagasta. Los creadores invitados viajan talleres y conferencias. Nuestro bagaje de años de experiencia nos da una amplia base de datos de colegios, profesores, alumnos y ex alumnos muy comprometidos con las experiencias que les brindamos. Pero este año, ese espectro resultó inaccesible para la difusión y mediación de las actividades pedagógicas. Con escuelas cerradas y profesores haciendo clases virtuales, fue imposible ocupar las metodologías comprobadas anteriormente para llegar a nuestros receptores. “Escuelas sin escuela” vivió un cambio de estrategia de trabajo aún más grande que “museo sin museo” y tuvimos que inventar otras maneras de llegar con las propuestas formativas a nuestro público. Lo importante es que lo logramos.

Durante SACO9 se realizaron siete talleres presenciales en Antofagasta, San Pedro de Atacama y Quillagua. Lo especial este año fue lo multigeneracional que resultaron ser estas instancias. Eso fue increíble y nos hace pensar sobre cómo en “tiempos normales”, vivimos encerrados en grupos etarios y sobre cuando desaparecen esas fronteras entre generaciones, empezamos a compartir obviando las diferencias de edad. Por ejemplo, en San Pedro, tuvimos a un abuelo con su nieta participando del laboratorio de experiencias sonoras de Pablo Saavedra Arévalo, algo que jamás se había dado antes. Al taller de confección de instrumentos de cuerda del suizo Remo Schnyder, llegó una profesora con sus alumnas, pero compartieron en una instancia de amigos y compañeros unidos por la fascinación hacia los instrumentos musicales, fuera de la jerarquía típica del aula. También hubo relaciones entre padres e hijos, como en el taller “Un terminal modular de contenedores” del artista belga Simon Van Parys. Esto nos enseñó que hay muchas posibilidades que nos quitó la pandemia pero a la vez, también hemos recibido nuevas experiencias como contar con grupos presenciales de diferentes generaciones.

¿Crees que es el momento oportuno para hacer el giro hacia la bienal?

Creo que es un momento muy oportuno para pasar de festival a bienal. La crisis pandémica ha entregado una perfecta justificación para disminuir aún más los fondos desde el Ministerio hacia los proyectos culturales, incluso los de relevancia y trayectoria. Vivimos como sector con la inseguridad de la continuidad de nuestros proyectos, la que hoy en día ha aumentado significativamente, pues ya no tenemos certeza si podremos materializar la siguiente edición. Pero a pesar de todo eso, creemos que la decisión que tomamos como equipo de convertirnos en la bienal es acertada, ya que esto nos permitirá no solamente ejercer sino también investigar y editar lo cosechado.

Las exposiciones constituyen la locomotora de nuestro proyecto, es donde somos más visibles y tenemos más presencia en los medios. Pero no es menos importante concentrarnos en proyectos y residencias de investigación, en las amplias necesidades de descubrir, de cruzar los límites del arte y la ciencia, que ya hemos trabajado en años anteriores con arqueología, astronomía y geología, y nos damos cuenta que estamos en un territorio absolutamente privilegiado para cambiar el paradigma y romper los cajones decimonónicos del conocimiento. Queremos ser una base de investigación y creación para los que sienten que en la simbiosis de los campos del conocimiento están los territorios más interesantes por descubrir, para generar material educativo y de experiencia para la comunidad y especialmente para los jóvenes de la región de Antofagasta. Seguiremos dedicándonos a partir  del 2021 año por medio a producción de exposiciones, para convertir Antofagasta en el polo de desarrollo y visibilidad del arte contemporáneo, y en los años intercalados, focalizaremos nuestras labores en investigación, construcción de redes con el mundo de la ciencia, el desarrollo de investigaciones multisistémicas y transversales, proyectos educacionales y editoriales. Solo así podremos crecer en lo reflexivo, en la transmisión de conocimientos y calidad, siendo no solamente un centro expositivo, sino que un factor relevante en la transformación cualitativa para la región de Antofagasta y para Chile.

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