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Carta abierta | Siguiente paso: Lista única y unitaria, porque Chile lo exige y necesita

No fue gracias a los partidos de oposición. No fue gracias a la franja. No fue gracias al acuerdo del 15 de noviembre, no fue gracias a nosotros los parlamentarios y mucho menos fue gracias a un lápiz que hoy estamos celebrando uno de los triunfos más importantes en la historia de Chile.

Éste se debió única y exclusivamente al coraje y la tenacidad de un grupo de muchachos que nos enseñaron que un torniquete no tiene fuerza para impedir el paso de la historia.  Y que luego, cuando la burocracia les dijo que 30 pesos no ameritaban tanto “desorden”, nos miraron a los ojos y nos sacudieron con su explicación: “no son 30 pesos, son 30 años”.

Para quienes apoyamos desde el inicio la realización del plebiscito del 25 de octubre y las opciones apruebo y convención constitucional, es un triunfo importante, histórico, sin duda el más relevante desde el regreso a la democracia; pero no servirá de mucho si los actores políticos no somos capaces de sacar de él las lecciones que nos deja.

Suele ocurrir con demasiada frecuencia que -haciendo eco del discurso de la misma derecha que ayer optó por la opción rechazo- criticamos la violencia “venga de donde venga”. Sin embargo, y estando de acuerdo con el principio, no nos gusta pensar de donde viene y porque se instala.

Según Platón, la violencia es una fuerza (en abstracto) que aplica en situaciones específicas, en momentos en que la conciencia y la razón no tienen cabida.

Pues bien, este resultado deja claro que durante 30 largos años, ni la conciencia ni la razón han tenido cabida en la dirigencia política cuestión que ha empujado al pueblo por caminos de expresión que nada tienen que ver con sus deseos e intereses.

Porque nuestros jóvenes no hubieran saltado los torniquetes si las tarifas del sistema de transportes no fueran atentatorias contra la calidad de vida de quienes usan ése transporte, ni siquiera era por ellos mismos; no se hubieran tomado los colegios poniendo en riesgo sus vidas y el año escolar si la educación pública fuera gratuita y de calidad y los chilenos no saldrían por millones a las calles si se les respetara en dignidad y derechos y si la concentración de la riqueza no tuviera los niveles obscenos que tiene en nuestro país.

En otras palabras, no sería necesario gritar y rayar la molestia en las calles si los actores políticos tomaran conciencia de que su responsabilidad es conocer bien y representar los intereses de la ciudadanía y no los propios.

Este domingo, los ciudadanos dieron ejemplo de civilidad. Los adultos mayores se cuidaron, los jóvenes responsablemente tomaron la posta y todos juntos logramos niveles de votación sin precedentes bajo el actual sistema.

La respuesta fue demasiado contundente y al mismo tiempo dejó en evidencia una realidad que ya no podemos seguir ocultando: Las Condes, Lo Barnechea y Vitacura no pueden seguir imponiendo su modelo económico, ni sus valores ni su visión de sociedad al 80% de la población chilena. Eso es la raíz de la violencia.

Tampoco podemos llamarnos a engaño, la sociología nos enseña que mientras mayor es el nivel de expectativas, menor es el tiempo de desafección de la ciudadanía. Y por razones obvias, en este caso las expectativas de la población en el plebiscito que se acaba de ganar son extremadamente altas, más aún cuando los votantes tienen claro que esta votación representa solo el comienzo de una carrera cuyo próximo paso es la elección de los convencionales que darán forma, cuerpo y contenido a esa nueva Constitución.

Esto representa para las instituciones políticas chilenas un enorme desafío. Según la encuesta Latinobarómetro de 2013, “Chile es el país de América Latina con más bajo nivel de interés en política -apenas un 17% de la población declara tener ‘algo’ o ‘mucho’ interés en los asuntos políticos-. (Asimismo..), un reciente estudio del Centro de Investigación Pew aplicado a 35 países (Pew Research Center, 2018), afirma que Chile es el país con la mayor proporción de su población que no se siente cercana a ningún partido político (78%)”. Curiosamente, un porcentaje exactamente igual al que votó la opción apruebo y un punto menos aun que aquellos que rechazaron de plano una Convención en la cual estuvieran presentes parlamentarios, que por esencia representan intereses político-partidistas.

Sin embargo, pareciera que estas instituciones de representación política no han “escuchado la voz del pueblo” y no han leído adecuadamente los resultados de la votación. Hoy, los partidos ya preparan sus listas de candidatos para la Convención Constitucional haciendo oídos sordos del resultado de la votación del plebiscito.

Porque el plebiscito era la llave de entrada al proceso, nada más. Ya dentro del mismo viene ahora la elección de los jugadores, la conformación del equipo que tendrá la responsabilidad de salir a la cancha a hacer valer los derechos e intereses del 80% de los chilenos, versus los del triunvirato del oriente quienes no tienen la más mínima intención de soltar la presa que durante siglos les ha provisto alimento, vida y tranquilidad en abundancia. Pero a costa del trabajo y esfuerzo de la inmensa mayoría de nuestros compatriotas.

Ese proceso no es nuestro, no es de los partidos ni del gobierno ni del parlamento. Somos parte del mismo, qué duda cabe, nadie pretende dejar fuera a estos actores imprescindibles para el buen funcionamiento de la democracia. Sin embargo, tampoco nosotros tenemos ningún derecho a dejar fuera a aquellos que permitieron que esto sucediera. Hoy todos los partidos ya preparan sus listas de constituyentes; con tan buena voluntad algunos que incluso declaran por la prensa que les darán cupos a los independientes; que tienen un “link” en sus páginas web para que los interesados se puedan inscribir si es que quieren ser candidatos.

Los abajo firmantes creemos que esa lectura está equivocada, profundamente equivocada. En estricto rigor deberían ser los organizadores de la fiesta quienes invitaran a los partidos a participar. En otras palabras, el 80% de la ciudadanía que votó en esta elección, no quiere que los partidos se adueñen del proceso. No confía en los partidos ni en los parlamentarios ni en el gobierno. Esto nos duele porque somos parlamentarias, parlamentarios y militantes de partidos, pero esa es la realidad que nosotros mismos hemos ayudado a construir. Las confianzas no se imponen, se ganan y esta es una preciosa oportunidad para acercarnos a quienes decimos representar.

Tenemos solo un camino por delante si es que no queremos transformarnos en promotores de violencia social:  Dejar de lado el interés partidario, por legítimo que éste sea, y confluir en conjunto con independientes, sectores de la sociedad civil, intelectuales, personas del mundo de las culturas y las artes, las ciencias y por supuesto todos los partidos de oposición, en una lista única y unitaria para poder derrotar efectivamente el intento del triunvirato del oriente que pretende hacer uso de su derecho a veto mediante el tercio requerido para no permitir que sus intereses se vean afectados.

Si lo hacemos, ganaremos esa elección con más de un 70% de los convencionales constituyentes, lo cual impedirá que el tercio sea una barrera para impedir el desarrollo de Chile. Esa es la única fórmula posible para que gane Chile y su pueblo, la ciudadanía; y que también ganan los partidos.

Nadie se puede llamar a engaño, no existe otra alternativa mejor que esa y cada directiva de partido lo sabe. Esa es -además- la única forma de responder a la responsabilidad que los chilenos y chilenas nos han entregado.

Estas son nuestras reflexiones, éste es nuestro análisis post plebiscito y estamos seguras y seguros que muchos colegas parlamentarios y parlamentarias estarán de acuerdo con nosotros porque la gran mayoría estamos de verdad comprometidos con Chile y con su gente, con los más desposeídos. Estamos seguros de que desde sus propias trincheras, cada uno y cada una apoyará este clamor.

Porque este triunfo no es nuestro, sería un despropósito adueñarnos de una victoria que –a nuestro juicio- no nos pertenece, aunque tengamos sobradas motivaciones para hacerla nuestra.

Estamos seguros que lo más sabio que podemos hacer en este momento, es agradecer a los millones de jóvenes y adolescentes que con su esfuerzo y tenacidad permitieron esta victoria, a los más de dos mil detenidos que desde hace un año están en las cárceles de este gobierno por exigir lo que ayer logramos, agradecer y rendir homenaje a todas las víctimas de la represión gubernamental y policial, a Fabiola Campillay, que con serena actitud y fortaleza estremecedora concurrió ayer a depositar su voto acompañada de sus familiares porque ella ya no puede ver lo que está escrito en ese papel,  y por cierto también a Gustavo Gatica, quien pagó con sus ojos lo que tuvimos este 25-O.

Marcela Hernando Perez, diputada PRSD

Pablo Vidal Rojas, diputado RD

Ricardo Celis Araya, diputado PPD

Iván Flores García, diputado DC 

Fuente: El Desconcierto

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