Por Rodrigo Ramos Bañados
Bastaría revisar cómo y dónde pasan el tiempo los arrendatarios. Australia. Canadá. Islas Caimán. Patagonia. El Caribe. Croacia. París. En una estación espacial. Vidas de lujo con un poco de altruismo para compensar el espíritu.
El Norte de Chile, desde hace algún tiempo, ofrece los arriendos más lucrativos del mundo. Arriendas un terreno al Estado por una cantidad de tiempo. Lo explotas. Das trabajo para la comunidad. Haces obras sociales. Luego, cuando ya no quede nada, absolutamente nada, te vas como un multimillonario. Cuando te vayas, dejas un hoyo en el desierto y miles de desempleados. Los cesantes te exigirán regresar. El mismo gobierno te rogará para arrendar otro paño, porque no podrá absorber a esos desempleados. Y volverás con una mina por aquí y otra por allá. Y los cesantes volverán a ser los reyezuelos que eran, en su realidad tan dispar a la chilena. Porque un minero gana de acuerdo al lucro de la transnacional.
Es triste la realidad de los países que arriendan sus territorios. La mayoría son pequeñas repúblicas que viven el aquí y ahora. Repúblicas que ofrecen la explotación de bananas hasta cobre. Sudamérica parece no agotarse. Hay madera para rato en el Amazonas. Hay vaquitas para rato en Argentina. Hay ayahuasca para rato en la selva de Perú.
Hace un siglo que la economía de Chile depende de los vaivenes del precio del cobre. Y puede pasar otro siglo. Estaremos igual. Lo absurdo es que hace un siglo Chile importa productos manufacturados de cobre. Y eso lo decían los abuelos. Nuestros padres. Lo decimos nosotros. Y lo dicen nuestros hijos. Y lo dirán los hijos de los hijos. Si miramos el vaso lleno, solo queda agradecer a San Cobre por los favores concedidos. De lo contrario, el desierto estaría semi despoblado.
La oferta de terrenos en el norte es amplia. No solo hay paños para la extracción minera. Hay superficies para termoeléctricas, puertos, salmueras, resort y en el último tiempo para observatorios. Sí. El mundo mira hacia el universo, a través del Norte de Chile. Hay observatorios que parecen pequeños ducados. El ducado Alma. El ducado Paranal. Y así sucesivamente. Duques mirando las mismas estrellas que observa el Gigante de Tarapacá. Duques que llegan en jet, se recluyen en el observatorio y regresen en jet a Europa.
Mientras más arrendatarios, más ganamos. Cuidemos a nuestros arrendatarios. Llamemos más. Apoyemos al gobierno para difundir al Norte de Chile como la zona que deja más beneficios al inversionista en el mundo. No somos más que chorreo. Y recuerden, la propina de los inversionistas es nuestro sueldo. Siempre por el presente. Ni imaginar el futuro, aunque concedo una imagen: el norte como un queso gruyere.