Ya llevamos casi tres meses de emergencia sanitaria. Con un par de semanas en cuarentena obligatoria y otro tanto en cuarentena voluntaria. Y nos ha tocado reinventarnos, reconocernos, reconectarnos con partes de nosotros que no recordábamos.
Imagino que a muchos les pasó que la cuarentena nos devolvió a algunos momentos de infancia. A mí, por ejemplo, la obligación de no salir ni siquiera a comprar el pan me trajo el recuerdo de mi abuela amasando en el comedor todas las noches y el olor a pancito recién horneado con el que nos despertaba en las mañanas para ir a la escuela.
Y pensé: Si hay taaanto tiempo libre en cuarentena, ¿por qué no regalarle la misma sensación placentera de pan recién horneado a los míos? Y comencé con la receta de pan amasado de mi abuela. Pero a los tres días se volvió aburrida. Así que probé una receta de pan de molde que resultó muy efectiva por 3 días más. Y sucesivamente seguimos con pan pita, pan batido, masa madre, coliza, dobladas y un sinfín de variedades a la hora de amasar.
Mientras amasaba diferentes variedades descubrí que el pan, sin importar su tipo o forma, siempre tenía los mismos ingredientes: Harina, agua, una materia grasa y un leudante. En mayor o menor cantidad, fuese aceite o manteca, levadura o polvo de hornear, lo que cambiaba eran mínimos detalles que hacían un resultado totalmente diferente.
Entonces descubrí que amasar no es muy diferente a la política en nuestro país: Los ingredientes siempre serán los mismos, son los detalles mínimos de nuestro accionar los que pueden generar resultados radicalmente diferentes.
Y tal como ocurre con el pan, si te gusta siempre el mismo tipo, usa siempre la misma receta. Si te gusta el sistema en que vivimos, si estás de acuerdo con las desigualdades y las falencias tan evidentes durante la pandemia, entonces mantente inmóvil.
Pero si no es así, mira a tu alrededor. Piensa en ese que elegiste para administrar nuestro Estado y, al igual como al pan le agregarías levadura y le sacarías manteca, a ese quítale un poco de su costumbre de asegurar a su partido y ponle algo de sentido común y un poquito de humanidad.
Y si por una de esas cosas de la vida, no encuentras en la oferta ningún pan que te apetezca, entonces inventa tu propia receta. Incidir en el desarrollo de nuestro país no requiere de participar en grandes campañas, basta con cosas pequeñas: Habla con tus vecinos, en una de esas descubres que tiene los mismos problemas que tú y solucionarlos es más fácil si son muchos. Detente un momento y pregunta cómo están las familias de los compañeros de tus hijos, puede que necesiten de ti tanto como tú de ellos y entre todos organizan algo para apoyarse mutuamente.
En definitiva, amasa la realidad que más te agrade y que haga que otros a tu lado se sientan igual de acompañados. Cómo sabes, en una de esas eras tú quien debía cambiar el mundo.