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Columna: Ciencia neoliberal en crisis sanitarias

Por Bastián Lillo
Tesista de bioquímica
Miembro de la dirección nacional estudiantil de Convergencia Social

Históricamente se han generado grandes debates de carácter político en torno a los beneficios que podría entregar la ciencia en diversas esferas de la sociedad: En lo económico, salud, desarrollo, industrialización, e incluso en la democracia e igualdad.

El modelo económico impuesto en 1973 y que es consolidado por los gobiernos de la transición, ha puesto al Estado y a sus organismos en pos de una supuesta eficiencia económica que naturalmente traería consigo un mayor bienestar social. La conformación de un nuevo ministerio de ciencia y tecnología no ha sido la excepción, una entidad que carece de estrategias contundentes, sigue sin poner en cuestionamiento el rol de las STEM (ciencia, tecnología, ingenierías y matemáticas) en nuestra sociedad, limitando el activismo científico a la inercia de las lógicas de mercado, siendo la competencia e individualismo su pilar fundamental.

Lo anterior, provoca que el/la sujeto/a científico/a actúe como un emprendedor/a eficiente, guiado por el encasillamiento de “rankings” estandarizados de alto prestigio que responden a una lógica de “excelencia” internacional. Esto beneficia a sectores que acumulan poder y recursos, lo que ha llevado consigo la invisibilización del arduo trabajo realizado por el cuerpo de “colaboradores” que está conformado en lo grueso por grupos de jóvenes y asesores/a científicos/a, con trabajos inseguros y un futuro profesional incierto.

Durante el día 12 de mayo, varias instituciones privadas encargadas del diagnóstico clínico del SARS-CoV-2 (Coronavirus), suspendieron sus servicios, esto debido a una falta de insumos, agudizando aún más la precarización sanitaria de los/as ciudadanos/as.

Estas dificultades, además de perjudicar en la esfera sanitaria, también demuestran la situación actual de la STEM en Chile, demostrando que el sesgo extractivista nos llevó a la dependencia científica, tecnológica e industrial de nuestro país, hacia las potencias altamente industrializadas. Esto no es porque falten científicos o producción en el conocimiento, sino en qué dirección y con qué objetivo el Estado subsidiario incentiva dichos conocimientos.

Hoy urge tomar decisiones democráticas en ciencia y tecnología. Es crucial buscar mecanismos para que la comunidad científica y la sociedad participen y decidan sobre las políticas que guiarán el quehacer científico. Por ello los ministerios de salud, educación y ciencias, no deben presentar una fragmentación estratégica, al contrario, deben iniciar diálogos convergentes.

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