Mujeres que inspiran, avanzan y lideran un nuevo norte

Por María Caniguante Vergara
Curadora del patrimonio de Andrés Sabella

Desde la responsabilidad de mi cargo de CURADORA DEL PATRIMONIO DE ANDRÉS SABELLA, hoy les dejamos una nueva muestra de este otro proyecto cultural, que lleva por nombre “SABELLIANDO CON SABELLA”. Damos satisfacción así a uno de los principales objetivos que perseguimos, que es difundir la obra del Poeta Mayor del Norte Grande, Andrés Sabella.

Y que mejor oportunidad que hacerlo a través de REGIONALISTA, medio digital que nos ofrece este gran desafío, y que aceptamos como una manera de, a través de la obra de Sabella, incrementar la antofagastinidad, la nortinidad y, además, nuestro patrimonio.

Debemos destacar, asímismo, que contamos con el respaldo y patrocinio de la CORPORACIÓN CULTURAL LINTERNA DE PAPEL DE ANDRÉS SABELLA.

Sin más, he aquí nuestra segunda entrega, en la esperanza que sea ante tus ojos, el mágico sol en nuestro desierto y nuestro mar, en resumen, un poco de luz maravillada.

ANDRÉS SABELLA (1912 – 1989)

DON ANDRÉS SABELLA SIGNORA, el padre del poeta, es de nacionalidad ítalo-palestina. El llegó a Antofagasta buscando un futuro. Se forjó una situación económica holgada, trabajando mucho. Y contrajo matrimonio con doña Carmela Gälvez.

“PADRE/
Eres bueno como el pan de cada día/
Y eres justo,/ En tu alma sencilla/

Dios puso su alma./
El sabor de la hiel/lo apartaste de mi vida/
Y un collar de lágrimas/ prendiste a mi garganta/

Su felicidad era plena, una linda familia, la vida que había soñado. Pero su esposa falleció. Allí, en su soledad, llevó a su hijo a la casa de la abuela materna, a Copiapó, donde acogieron al niño. Andrés recuerda:

“Tal vez por eso, nací para escribir, porque había mucho sueño disperso en la sangre de mis antepasados, italiana, palestina y chilena. No lo sé, y lo cuento sin ninguna arrogancia. En Copiapó me encontré con un pequeño ambiente de cultura, con un pequeño ambiente de arte. Allí se leían libros, se hablaba de poetas y s cantaba. Tía Martina me enseñó a leer en el ibro “Prosas Profanas”, de Rubén Darío”.